martes, 26 de agosto de 2014

Dª Bárbara de Braganza y D. Fernando 6º

Dª Bárbara de Braganza D. Fernado VI
Sus majestades en la Plaza de la Villa de París en Madrid.

Fernando VI fue el cuarto hijo de Felipe V y el único que sobrevivió a su padre. Creció sin madre y sufrió el rechazo de su madrastra, la malvada Isabel de Farnesio. De carácter retraído y melancólico, educado al margen de las tareas de gobierno, el matrimonio de Fernando con Bárbara fue una liberación y un consuelo. Y no precisamente por las cualidades objetivas de la esposa.

Dicen que Bárbara era tan poco agraciada que los portugueses no enviaron su retrato hasta que los trámites del enlace estuvieron avanzados. La joven Bárbara era una mujer culta, de agradable carácter, hablaba seis idiomas y gran amante de la música aunque también era regordeta, de respiración fatigosa, cicatera y algo neurótica, la reina no fue querida por su pueblo pero encontró un alma gemela en su marido.

Fernando y Bárbara se enamoraron profundamente y vivieron aislados durante el reinado de Felipe V, por voluntad de la entonces reina Isabel de Farnesio. Juntos se abandonaron a una languidez vital, contemplativa, religiosa y cultivada. Porque al fin y al cabo, los reyes eran reyes, y como tales podían distraer su aflicción de forma brillante, entregados al teatro y el arte, sobre todo la lírica.

 Felipe V murió repentinamente (1745) y Fernando VI y Bárbara de Braganza, tras dieciocho años de matrimonio, fueron proclamados reyes de España. Isabel de Farnesio se retiró al palacio de Osuna pero desde allí quería seguir al tanto de los temas políticos e intrigando de forma que, finalmente, Fernando VI se vió prácticamente obligado a desterrarla al real sitio de San Ildefonso.

Fernando no era un hombre de gran talento, pero tenia las cualidades necesarias para ser un buen monarca: rectitud de carácter, sentido de dignidad y saber escoger a sus colaboradores. Su política fue la de sus ministros, muy eficaces y con programas reformistas de gobierno.  Su reinado se caracterizó por el mantenimiento de la paz y la neutralidad frente a Francia e Inglaterra, mientras ambas intentaban la alianza con España.
Bárbara Braganza tuvo una gran influencia sobre su marido pero no la empleó, como Isabel de Farnesio, para entrometerse en los asuntos de Estado, quizás porque tampoco tenía intereses propios ni sabía cómo obtener ventaja de ellos. Sí supo enriquecerse más de lo que sus hábitos hacían suponer, enviando a su muerte todo su patrimonio a su hermano don Pedro. Bordaba, componía melodías e imprimía libros en una pequeña imprenta en palacio. Aún así el matrimonio dejó la Hacienda más caudalosa de todas las monarquías.

Al morir Bárbara, Fernando perdió la cordura. Se recluyó en su residencia de Villaviciosa y deambuló sin sentido negándose a ser lavado ni afeitado y sin probar bocado. Un año después, marchito, se reunía con su amada.